“Ando sin rumbo, como oveja perdida; ven en busca de este siervo tuyo que no ha olvidado tus mandamientos”. Salmo 119:176.

Puede ser que no le hayamos prestado la debida atención a las palabras de este versículo. Sí, ya sé, pertenece al capítulo más largo de la Biblia, pero eso no significa que solo persigamos completar su lectura y después no recordemos nada de lo que dice. A ver… volvamos a leerlo. Ah, sí, el salmista se compara con una oveja descarriada.

Dicen lo que saben, que los animales más torpes y fáciles de extraviar son las ovejas. Por algo Dios siempre compara a su pueblo con este animal.

Todos nacimos descarriamos, incluyendo los que nacieron en un hogar cristiano. Alguien dijo: “No por nacer en un garaje soy un carro, tampoco por nacer en un hogar cristiano soy cristiano”. Estábamos fuera del redil a merced del león rugiente, el diablo, pero Dios no quiso dejar las cosas así. Él mismo se preocupó por rescatarnos. El Padre envió a su Hijo Unigénito como el Buen Pastor que “da su vida por las ovejas” (Juan 10:11), y cuando le recibimos como nuestro Salvador y Señor, pasamos a formar parte de su redil y comenzamos a disfrutar de su cuidado.

Sin embargo, a veces alguna oveja ve pastos que parecen más verdes más allá del rebaño y termina descarriada, apartada de la protección del Buen Pastor y sufriendo las consecuencias del desvío: culpa,  vergüenza, miedo… entre otras cosas. ¿Qué hacer para remediar esto? ¿Se puede regresar otra vez al seno del Padre después de haberle fallado?

Esta es la respuesta del salmista: “Ven en busca de tu siervo”. Y justamente eso hace el Señor Jesús. Va a buscar a la descarriada, la toma en sus brazos, venda sus heridas y la trae otra vez al lugar de protección y bendición. ¡Siempre hay restauración para aquel que regresa a Cristo!

Déjame preguntarte: ¿Eres una de esas “ovejas” que se ha alejado de Jesús? Hoy el Señor vuelve a decirte: regresa. Él perdona a aquel que se arrepiente sinceramente y confiesa sus pecados. Dice la Palabra de Dios en Miqueas 7:19 que los arroja al fondo del mar y no se acuerda más de ellos.

Sus brazos permanecen abiertos, esperando que vuelvas a Él. Debes hacer una decisión. Regresa a tu Buen Pastor.

Cortesía Pastor Pablo Giovanini
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